Discutimos:

Nos dijimos cosas duras, hirientes y después,

pasado el momento de la ira, nos arrepentimos.

Pero lamentablemente, las palabras abren heridas

que no pueden cerrarse fácilmente.

Nos perdonamos, retornamos a la vida normal,

repetimos gestos, caricias, actitudes.

Pero algo nos queda mellado,

muy adentro del alma,

donde somos tan frágiles

que una suave brisa nos destruye.

Pasará el tiempo, caerán muchas

otras palabras sobre aquellas

y tal vez algún día,

la herida se cierre totalmente

y olvidemos todo.

Mientras tanto hemos aprendido algo:

Las palabras pueden ser estiletes envenenados

que hacen muchísimo más daño que el que suponemos.

Las palabras pueden ser duendes malvados que,

juegan primero hasta que se llenan de maldad

y esgrimen su veneno.

Por eso amor es que tenemos que aprender a medirnos,

a callar en la medida de lo posible.

Cuando el enojo nos ciega,

esas palabras endiabladas

aprovechan la oportunidad,

salen a borbotones .Y MATAN.



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