El fantasma del tren estacionado
En los galpones abandonados de Tolosa
Trajo a mi memoria aquella infancia
La escuela 31 de primaria,
las mil casas,
El puente de acero y el tranvía.
De la gente sentada en la vereda
Viendo pasar la vida día a día.
Y los días pasan y aquellos días quedan.
Y vuelven los recuerdos a golpear
Las puertas cerradas de mi vida
Las abro y como punto de partida
Una luz me lleva de paseo
Balanceándome pié más pié por una vía
Bajo la atenta mirada de mi abuelo
Que apoyado eternamente en el tapial
Controlaba uno por uno nuestros juegos.
Y los días pasan y aquellos días quedan.
Las plantas de laurel y mandarinas
El galpón del abuelo y el Bar de Fermín y Flora,
Donde entre juegos de cartas y ginebras,
O presenciando algún partido de bochas
Pasaban sus clientes horas tras horas.
Y los días pasan y aquellos días quedan.
El aroma exquisito y penetrante
de las pizzas de la Casa Freddy,
las travesuras de cortar las tunas,
los duraznos de Emir...las bergamotas.
La farmacia Catalá y la Estafeta
Y la angostura de la calle 7.
Y los días pasan y aquellos días quedan.
Y los veranos de tilos y eucaliptos
Y los inviernos de calles embarradas
Y primaveras de alfalfa y mariposas
Que no regresarán pero han quedado
En el rincón donde los guardo,
Entre mis mejores cosas y mi alma.
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